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Miedos intensos y fobias en los chicos: cuáles son sus causas y cómo ayudarlos a crecer sin temores


La infancia está llena de temores sin embargo, a veces, los adultos suelen pedir a los niños que no les hagan caso. Cuáles son los distintos grados de esas emociones, cómo ayudarlos a gestionarlas y cuándo consultar a especialistas.


Las fobias en la infancia, esos miedos encerrados que hacen temblar a los niños y niñas y desesperan a las familias, han sido objeto de análisis en el ámbito del psicoanálisis y la psicología científica.


Un estudio publicado en la revista Child Development exploró el impacto de los temores infantiles en el desarrollo emocional. (Revista de Psicología N.5, 2009) siguiendo una perspectiva psicoanalítica, los investigadores encontraron que ciertos miedos en la infancia podrían estar vinculados a las dinámicas familiares y las experiencias tempranas.


Los resultados sugirieron que los miedos específicos podrían actuar como indicadores de los conflictos subyacentes en el psiquismo infantil. Esta investigación profundiza en la idea de que las fobias pueden ser una manifestación simbólica de deseos y conflictos inconscientes, corroborando lo advertido por Sigmund Freud en el conocido caso Juanito.


El trabajo se llama “Análisis de una fobia de un niño de cinco años” y fue publicado en 1909. Freud analiza y supervisa a un discípulo, el padre de Juanito de 5 años. El niño padecía tenía un terror inusitado a estar en la calle por temor a encontrarse con los caballos, en tiempos que eran el medio de transporte por doquier.


En el ensayo Freud plantea un estado anterior al estallido de la fobia. Los estados angustiados del niño “prueban que al comienzo de la enfermedad contraída no existía una fobia a andar por la calle o a pasear, ni tampoco a los caballos”.


Freud fundamenta que primero comienza la angustia por diferentes eventos que luego se enlaza a un objeto, la fobia. Este estado de angustia no siempre es valorado como afecto en los niños. Cada niño tiene su miedo y su forma de temer. A veces se puede parecer a la de otros niños pero siempre hay algo particular, un sesgo que lo hace íntimo, personal.


Esto responderá a una historia de su vida desde antes de nacer, a sus vivencias actuales y a un entramado de significantes y significados que son su propia historia personal y única.


El miedo a veces se presenta en forma de síntoma, aquello que no funciona bien en su vida y la entorpece acarreándole un padecimiento. Pero es una respuesta, una solución de compromiso, frente a un conflicto que genera contradicciones que no puede solucionar. Algo de lo que el sujeto infantil quiere no saber o necesita defenderse y le genera angustia.


Miedos comunes


En la infancia existen algunos medios recurrentes y comunes a todos los niños y niñas: el miedo a la oscuridad, a los desconocidos, a algún animal o insecto y por supuesto a los monstruos y fantasmas. Estos miedos muchas veces responden a la construcción de nuevos objetos psíquicos, así la presencia/ ausencia, lo conocido/ desconocido, lo extraño, lo propio/ ajeno.


Por eso es importante distinguir los temores asociados a aspectos propios de la constitución subjetiva de otros que podrían señalar problemas en la subjetivización.


Estos temores pueden considerarse evolutivos y esperables. Su ausencia debe alertarnos porque revela una disfunción o un déficit en la estructuración del yo y del objeto y se suele observar en trastornos severos.


La primera angustia reconocible por la fuerza con la que el bebé la expresa es la llamada angustia del octavo mes. El bebé percibe que está separado de su mamá, reconoce la existencia de dos cuerpos distintos: yo-no yo, y comienza a comprender su estado de dependencia absoluta del otro. Su vida y su bienestar dependen de la presencia materna. Surge la angustia y el llanto concomitante. A partir de aquí se instalan los tres temores destacados: quedarse solo, a la oscuridad y a los extraños.


Las fobias


A diferencia de los miedos esperables en el desarrollo la fobia se trata de una ligazón de la angustia con un objeto, el objeto puede ser cualquiera, animado o desanimado.


Hay niños que les temen a los insectos, a los animales, como a determinados ruidos. El universo es infinito porque la angustia se puede ligar a cualquier cosa.


Cuando un niño o una niña se encuentran en una situación ante el objeto que lo angustia las familias tiende a preocuparse mucho y temen por la seguridad física y psicológica del niño, pensándolo en el lugar de aquel que corre peligro. El niño por su parte intentará evitar cualquier sentimiento o acontecimiento que lo desestabilice. En lugar de enfrentarse al verdadero problema se desarrolla una sustitución y se escapa y elude el objeto para evitar la emergencia de angustia y ansiedad. Comienza a construirse un circuito-fortaleza atribuyéndole al objeto una peligrosidad que no tiene.


La cuestión no radica tanto en la naturaleza del objeto, sino en la atribución de peligrosidad que efectúa el niño. Se reúnen tres situaciones: el objeto es peligroso, el niño no tiene la capacidad de enfrentarse y sus figuras significativas buscan la evitación de la escena por temor a que se genere una crisis.


La infancia está plagada de miedos pero a pesar de ello escuchamos con insistencia a los adultos exigiéndoles a los niños no temer. Así, se ven obligados a callar u ocultar ciertos temores, que en muchas ocasiones son respuestas a procesos subjetivantes, vivencias diarias, o malestares sociales que se intentan ocultar.


También, como en el caso de las fobias, son estados de angustia que debieron ser reprimidos por lo difícil de lidiar con el verdadero problema.


Exigirle a un niño o una niña no temer al objeto o situación que le causa terror es lo mismo que pedirle a un adulto con claustrofobia subirse a un avión o viajar en subte. Es una tortura.


El miedo tiene una función subjetiva en la estructuración psíquica permite introducirse y transitar en la dialéctica de la presencia y ausencia de los objetos y soportar angustias intolerables A veces depositar en un objeto la angustia puede ser el tránsito posible para aliviar el camino por algún tiempo. Estar atentos, acompañar y cuidar a los niños y niñas en estos momentos de fragilidad psíquica es vital para su estabilidad.


Los miedos que traen dolor y entorpecimiento de la vida cotidiana, fijándose en un objeto específico y prolongándose en el tiempo acompañados de angustia desbordante merecen una consulta con especialistas para recibir ayuda.

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